Lealtad y familia
Cuidar a la familia no debería de representar una carga. A veces podemos ayudar a nuestros padres a resolver algunos problemas y, de vez en cuando, hasta cubrir los gastos de algún familiar.
Pero ¿y si toda esta ayuda nos está drenando y apartando de nuestra vida? ¿Podría ser que la lealtad que le debemos a nuestra madre, padre y hermanos, termine por arrebatarnos los proyectos personales?
Hay una diferencia entre ser una familia unida, y otra donde esa unión nos subyugue y nos domine. Y es que hay hijas, hijos, padres y madres que han tenido que asumir que su destino es cargar con la familia como si fuera una losa pesada.
Lealtad y familia
¿Qué pasa en la familia cuando surge una crisis o un evento importante? Por ejemplo, cuando llega un nuevo hijo, cuando se aproxima una celebración, o incluso cuando hay una muerte. Lo que la familia hace en estos casos es semejante a lo que hace un acordeón; es decir, todas y todos se unen para sobrevivir como grupo y después de la crisis volverse a separar para tomar oxígeno, y repetir este proceso en movimientos de expansión y contracción.
Sin embargo, hay familias que viven contraídas y replegadas sobre sí mismas. Son sistemas rígidos y poco flexibles donde todo el tiempo el padre, la madre, los hijos y las hijas, y hasta los abuelos, están unidos y con poco espacio para diferenciarse los unos de los otros. No se dan oportunidad de expandirse y explorar –y menos de distinguir– donde empiezan las necesidades de unos y otros.
El punto es que muchas familias mexicanas confundimos este tipo de uniones aglutinantes con el hecho de ser solidarios y unidos. Son familias tan unidas, tan cerradas sobre sí mismas, que cualquier intento de ser diferente se ve como una traición y deslealtad. ¿Piensas que tu familia es aglutinada y rígida?
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